lunes, 21 de octubre de 2013

La deducción: silogismos disyuntivos

La deducción: silogismos disyuntivos

Un ejemplo de esta forma de razonamiento es el siguiente silogismo:

Cobreloa ganará la liga o ganará la Copa Libertadores
No ganó la liga
Ganará la Copa Libertadores

Resulta fácil evaluar la validez del argumento si aceptamos las alternativas de manera excluyente o fuerte: la negación de una implica aceptar la otra y viceversa. El problema se presenta si aceptamos una interpretación incluyente (o débil) de la afirmación, según la cual una alternativa no excluye la posibilidad que ocurra o se dé la otra ¿Cómo distinguir estos casos? Mucho dependerá del lenguaje y del contexto. Veamos.
¿Estamos diciendo que Cobreloa sólo podría ganar uno de los dos campeonatos, o aceptaríamos también que nuestra premisa es verdadera incluso en el caso de que Cobreloa logre una doble victoria? Todo depende de nuestra interpretación de “o”. En lógica se tiende a aceptar la segunda interpretación, es decir, una acepción “débil” o “incluyente” de la disyunción.
Si ambas alternativas pueden darse juntas sin falsear la proposición, sólo la negación de una de ellas permite una deducción cierta. La afirmación deja abierta más de una posibilidad con lo cual se invalida el argumento.

Observa los siguientes ejemplos.
a. O lloverá durante la semana o se arruinará la cosecha
Llovió durante la semana
No se arruinó la cosecha

b. O lloverá durante la semana o se arruinará la cosecha
No llovió durante la semana
Se arruinará la cosecha

c. O lloverá durante la semana o se arruinará la cosecha
No se arruinó la cosecha
Llovió durante la semana

d. O lloverá durante la semana o se arruinará la cosecha
Se arruinará la cosecha
No lloverá durante la semana

Si aceptamos la interpretación “débil” de la disyunción, sólo (b) y (c) son válidas, porque al negarse una de las alternativas tiene que afirmarse la otra. En las instancias en que se afirma una de ellas, sin embargo, no se excluye necesariamente la otra y nos encontramos con un silogismo inválido.
Si aceptáramos la interpretación de “o” que indica que las alternativas son excluyentes, veríamos que las cuatro formas que indican arriba son válidas. Resulta obvio que más allá de lo que sea la práctica corriente en lógica, cualquiera evaluación de un argumento de este tipo tendrá que examinar el contexto para determinar el sentido que se le está dando a “o”.


La deducción: silogismos hipotéticos

La deducción: silogismos hipotéticos

Los silogismos hipotéticos son interesantes de observar desde el punto de vista de la argumentación y del conocimiento, primero, porque se usan con bastante frecuencia. Por ejemplo, cuando pensamos acerca de las decisiones que tenemos que tomar o si debemos actuar de una u otra forma, es probable que este tipo de argumentación esté involucrado en nuestras reflexiones. Cuando un investigador está diseñando la sucesión de pasos que todavía le falta para terminar su estudio, es también probable que esté involucrada una serie de silogismos hipotéticos. En segundo lugar, son interesantes de observar porque según muchos alumnos a primera vista, por lo menos, las reglas de validez no les parecen intuitivamente evidentes.

Un ejemplo de silogismo hipotético es:

Si sale el artículo en la prensa, me contratarán
Salió el artículo en la prensa
Me contrataron

El silogismo hipotético siempre comienza con una proposición condicional en que se establece que de darse cierta condición le seguirá una cierta consecuencia; un hecho que cumple una de las condiciones está enunciado; y de estas premisas, se extrae la conclusión necesaria.
Las distintas partes del silogismo hipotético tienen nombres:

Premisa 1
Está constituida por el antecedente (“Si sale el artículo en la prensa” o ´p´) y el consecuente (“me contratarán” o ‘q’)
Premisa 2
Está constituida por una afirmación o negación de “p” o “q”
Conclusión
Es la afirmación o negación de “p” o “q”
En otras palabras, podemos decir que se establece una proposición condicional, se afirma o niega el antecedente o consecuente en la segunda premisa, y se extrae la conclusión que resulta de la relación entre las dos premisas.

Hay cuatro formas posibles que resultan de la negación o afirmación del antecedente o del consecuente:

a. Afirmación del antecedente



Si estudio la materia, tendré éxito en el examen

P ------Q
Estudié la materia

P
Tendré éxito en el examen

Q

Es la misma forma del primer ejemplo y es válida. La conclusión se extrae necesariamente de las premisas.

b. Afirmación del consecuente



Si estudio la materia, tendré éxito en el examen

P ------> Q
Tuve éxito en el examen

Q
Estudié la materia

P

Esta forma es inválida ya que la primera premisa no nos dice nada respecto delo que podemos concluir necesariamente del hecho de haber tenido éxito en el examen. Es perfectamente posible, e incluso probable, que haya estudiado, pero un silogismo sólo es válido si la conclusión es necesaria, y en este caso no lo es. La premisa que tiene la forma de un condicional sólo afirma que si acaso ocurre a, entonces ocurrirá b. Nada sostiene acerca de qué ocurrirá si ocurre B. Este silogismo comete la falacia de afirmar el consecuente.

c. Negación del antecedente

Si estudio la materia, tendré éxito en el examen

P----> Q
No estudié la materia

~P
No tendré éxito en el examen

~ Q

Nuevamente el silogismo es inválido, ya que una frase condicional nos dice lo que ocurrirá si se cumple la condición del antecedente; no nos dice nada de lo que sucederá en caso contrario. Esta se conoce como la falacia de negar el antecedente.

d. Negación del consecuente

Si estudio la materia, tendré éxito en el examen

P ---> Q
No tuve éxito en el examen

~ Q
No estudié la materia

~P


Esta es la otra forma válida del silogismo hipotético. De haberse dado el antecedente tendría que haberse dado el consecuente, y si el consecuente no se dio, no puede haberse dado el antecedente.

La deducción: silogismos categóricos VERDAD, VALIDEZ Y SOLIDEZ

La deducción: silogismos categóricos
VERDAD, VALIDEZ Y SOLIDEZ

A veces escuchamos a la gente decir cosas como “suena lógico pero no es verdad” o “lo que es lógico no es siempre correcto”.  Ambos puntos de vista son certeros pero no quieren decir que la lógica se despreocupa de la verdad. Es más, la lógica de fine la verdad de manera rigurosa y la separa de otros dos conceptos–la validez y la solidez– con los cuales es fácilmente confundido en el lenguaje ordinario. En su conjunto, estos tres conceptos (verdad, validez, solidez) son la base formal para evaluar cualquier argumento. La validez se refiere a la forma en que una conclusión ha sido inferida a partir de sus premisas. La validez o invalidez se predican de un razonamiento y tiene relación con la forma en que están organizados las proposiciones (premisas y conclusión) y los términos que componen cada una de ellas. Por el otro lado, la verdad se predica de las proposiciones y no del argumento o razonamiento.
Es decir, se refiere a si las premisas y la conclusión concuerdan con los hechos. Por esto mismo es posible partir de premisas verdaderas y arribar a una conclusión falsa (porque razonamos de manera incorrecta a partir de esas premisas) o razonar válidamente sin alcanzar una conclusión verdadera (porque nuestras premisas son falsas). Cuando las premisas de un argumento son verdaderas y la conclusión se infiere de manera válida a partir de ellas, se dice del argumento que es “sólido”.
Para poder evaluar que un argumento sea así, sólido, tenemos que asegurarnos que, primero, las premisas sean verdaderas y no falsas. Las premisas, después de todo, son los fundamentos de un argumento, y si no son fiables o si son disputables, el argumento que se construye a partir de ellas no será mejor. En segundo lugar, tenemos que saber que la inferencia a partir de las premisas es válida. Es posible empezar con premisas que son verdaderas y sin embargo, utilizarlas de manera inválida, y de esta forma, llegar a una conclusión falsa e impropia.

Verdadero y falso, validez e invalidez, pueden aparecer en distintas combinaciones en la argumentación, lo que hace surgir las siguientes cuatro alternativas:

a) Un argumento puede incluir sólo hechos que concuerdan con la realidad (las premisas son verdaderas) e inferir la conclusión a partir de ellas de manera correcta o válida. En ese caso no sólo se considera válido el argumento, también la conclusión es verdadera. El argumento como un todo se estima sólido.

Forma

Ejemplo
Todos los A son B

Todos los perros tienen hocico
X es A

Fido es perro
X es B

Fido tiene hocico





Todos los hombres son mortales


Sócrates es hombre



Sócrates es mortal

b) Podemos tener premisas falsas pero razonar correcta o válidamente a partir de ellas. En este caso, el argumento es válido pero no es sólido.

Forma

Ejemplo
Todos los A son B 

Todos los marcianos son verdes
X es A

Blip es un marciano
X es B

Blip es verde





A todas las personas de sexo masculino les falta coraje


Willy es una persona de sexo masculino


A Willy le falta coraje





Todos los chilenos miden másde1 metro 90


González es chileno


González mide másde1metro 90


c) Podemos tener premisas verdaderas pero hacer m al uso de ellas (razonando incorrectamente a partir de éstas). En este caso la conclusión no se sigue necesariamente, por lo que el argumento como un todo no es sólido.
Forma

Ejemplo
Todos los A son B

Todos los hombres son mortales
X es B

Sócrates es mortal
X es A

Sócrates es hombre





Todos los muebles de esta casa son de madera


El estante del living es de madera


El estante del living es un mueble



Todos los A son B

Todos los gatos son animales
Todos los C son B

Todos los puercos son animales
Todos los C son A

Todos los puercos son gatos





Todos los gatos son animales


Todos los tigres son animales


Todos los tigres son gatos


d) Finalmente, existe la posibilidad de un argumento en que las premisas son falsas y, además, hacemos mal uso de ellas, razonando de manera inválida a partir de éstas. En este caso el argumento es inválido y tampoco se considera sólido.


Forma

Ejemplo
Todos los A son B

Todos los metales se expanden al ser calentados
X es B

El aire se expande al ser calentado
X es A

El aire es un metal


Ejemplo


Todos los estudiantes de este colegio son inteligentes


Toribio es inteligente


Toribio es estudiante de este colegio

lunes, 30 de septiembre de 2013

Cartas a Lucilio 
Séneca (selección)

894. ¿Quién nos impide que digamos que la vida bienaventurada es el alma libre, derecha, intrépida y constante, situada fuera del alcance del miedo y de la codicia, cuyo bien único es la honestidad, cuyo mal único es la torpeza, para quien la vil muchedumbre de las otras cosas no puede quitar ni añadir nada a su bienaventuranza y que va y viene y se mueve en todos sentidos sin aumento ni mengua del soberano bien? Menester es que a la fuerza, quiera o no quiera, un hombre tan sólidamente cimentado, vaya acompañado de un júbilo continuo y una profunda alegría que mana de lo más entrañable de su ser, puesto que se complace en sus cosas y ninguna desea mayor que las acostumbradas. ¿Y por qué todo esto no le ha de compensar de los movimientos pequeños y frívolos y no perseverantes de su cuerpo? El día en que estuviere sujeto al placer, estará también sujeto al dolor. ¿No ves, por otra parte, bajo qué mala y perniciosa servidumbre ha de servir aquel a quien poseerán en dominio alterno los placeres y los dolores que son los más caprichosos e insolentes de los dueños? Hay, pues, que salir hacia la libertad. Y ésta ninguna otra cosa nos la proporciona sino el negligente desdén de la fortuna. Entonces brotará aquel bien inestimable, a saber, la tranquilidad del alma puesta en seguro, y la elevación y un gozo grande e inconmovible que resultará de la expulsión de toda suerte de terrores y del conocimiento de la verdad; y la afabilidad y expansión del espíritu; y en estas cosas se deleitará no como en cosas buenas, sino como en cosas emanadas de su propio bien.

895 V. Puesto que comencé a tratar este asunto con prolijidad, puedo añadir aún que el hombre feliz es aquel que, gracias a la razón, nada teme ni desea nada. Y por más que las piedras y los cuadrúpedos carezcan de temor y de tristeza, nadie dirá por eso que sean felices, porque no tienen conciencia de la felicidad.

924. Con esta compañía hay que vivir la vida. No puedes esquivar estas cosas, pero puedes despreciarlas; y las despreciarás si en ellas piensas a menudo y te anticipares a su llegada. No hay nadie que no se acerque animosamente a un mal para el cual se aparejó largo tiempo y hasta a las cosas más duras resiste si las premeditó; y al revés, al hombre desprevenido hasta las más livianas le espantan; y como novedad agrava todas las cosas, esta preocupación asidua hará que ningún infortunio te encuentre bisoño. “Los esclavos me han abandonado”. Sí: pero a otros les robaron, a otros les calumniaron, a otros les asesinaron, a otros les traicionaron, a otros les pisotearon, a otros les atacaron con veneno o con criminales persecuciones; todo lo que dijeres les acaeció a muchos, y aun en lo venidero les acaecerá. Muchos y variados son los tiros que se nos asestan; algunos ya se hincaron en nuestras carnes; zumban los otros y están a pique de llegar. No nos maravillemos de ninguna de aquellas cosas para las que nacimos y de las que nadie tiene derecho a quejarse porque para todos son iguales; iguales, dije, para todos, pues aun aquello de que alguno se escapa, puede alcanzarte. Ley justa es no ciertamente aquella que se aplica a todos, sino la que se dio para todos. Impongamos la serenidad a nuestro espíritu y paguemos sin queja el tributo de la mortalidad. Trae el invierno los fríos; hay que protegerse; trae el estío los calores, hay que sudar. La destemplanza del clima pone a prueba nuestra salud; hay que enfermar. En determinado paraje nos salteará una fiera o un hombre más pernicioso que todas las fieras. Una cosa nos la quitará el agua, otra el fuego. No podemos cambiar esta condición de las cosas; lo que sí podemos es armarnos de un gran espíritu, digno del varón bueno, gracias al cual soportemos con entereza las cosas fortuitas y nos avengamos a la natu raleza. La naturaleza gobierna este mundo que ves mediante mudanzas; al cielo nublado sucede el cielo sereno; se alborota el mar después que estuvo en sosiego; soplan los vientos alternativamente; el día va en seguimiento de la noche; una parte del cielo amanece mientras anochece la otra; la perpetuidad de las cosas subsiste por la sucesión de sus contrarias. A esta ley se ha de conformar nuestra alma; sígala a ella; obedézcala a ella y piense que todo lo que acaece debía acaecer.

925. No hay nada mejor que padecer lo que no puedes enmendar y seguir, sin murmuración, los caminos de Dios, de quien proceden todas las cosas: mal soldado es el que sigue, gimoteando, a su caudillo. Aceptemos, pues, con decisión y alacridad sus mandatos y no abandonemos el curso de esta obra hermosísima, en la cual están vinculados todos y cada uno de nuestros sufrimientos; y hablemos a Júpiter, cuyo timón rige esta nave gigantesca del mundo, con aquellos versos tan gráficos de nuestro Cleantes, que el ejemplo de nuestro elocuentísimo Cicerón me autoriza para trasladar a nuestra lengua. Si te pluguiere, me lo agradecerás: si te desagradaren, sabrás que en ello yo seguí los pasos de Cicerón: “Condúceme, ¡oh padre, dominador del cielo soberano!, donde quiera te plazca; no hay tardanza en mi obediencia. Presente estoy y sin pereza. Sí no quisiere, te seguiré gimiendo; y si soy malo, padeceré haciendo aquello mismo que el bueno sufre de buen grado. A quien es dócil, llévanle los hados; los hados que arrastran al rebelde”.
Así vivamos; así hablemos; hállenos el hado preparados y diligentes. Esta es el alma grande que a él se entregó; y al revés, el alma degenerada y ruin pone resistencia, acusa el orden del universo y prefiere enmendar a los dioses antes que enmendarse a sí mismo. Ten salud.

Séneca. Cartas a Lucilio (traducción J.Bofill y Ferro, Iberia, Barcelona, 1955).
El Existencialismo es un Humanismo 
Jean Paul Sartre (selección) 

Así el primer paso del existencialismo es poner a todo hombre en posesión de lo que es, y asentar sobre él la responsabilidad total de su existencia. Y cuando decimos que el hombre es responsable de si mismo, no queremos decir que el hombre es responsable de su estricta individualidad, sino que es responsable de todos los hombres. Hay dos sentidos de la palabra subjetivismo y nuestros adversarios juegan con los sentidos. Subjetivismo, por una parte, quiere decir elección del sujeto individual por si mismo, y por otra, imposibilidad del hombre de sobrepasar la subjetividad humana. El segundo sentido es el sentido profundo del existencialismo. Cuando decimos que el hombre se elige, entendemos que cada uno de nosotros se elige, pero también queremos decir con esto que al elegirse elige a todos los hombres. En efecto no ya ninguno de nuestros actos que al crear al hombre que queremos ser, no cree al mismo tiempo una imagen del hombre tal como consideramos que debe ser. Elegir ser esto o aquello, es afirmar al mismo tiempo el valor de lo que elegimos, porque nunca podemos elegir mal; lo que elegimos es siempre el bien, y nada puede ser bueno para nosotros sin serlo para todos. Si, por otra parte, la existencia precede a la esencia y nosotros quisiéramos existir al mismo tiempo que modelamos nuestra imagen, esta imagen es valedera para todos y para nuestra época entera. Así, nuestra responsabilidad es mucho mayor de lo que podríamos suponer, porque compromete a la humanidad entera […]
No es únicamente porque estos seres son flojos, débiles, cobardes o malos porque si, como Zola, declaráramos que son así por herencia, por la acción del determinismo orgánico o psicológico, la gente se sentiría segura y diría: bueno, somos así, y nadie puede hacer nada, pero el existencialista, cuando describe a un cobarde es responsable de su cobardía. No lo es porque tenga un corazón, un pulmón o un cerebro cobarde; no lo es debido a una organización fisiológica, sino que lo es porque se ha construido como hombre cobarde por sus actos. No hay temperamento cobarde; hay temperamentos nerviosos, hay sangre floja, como dicen, o temperamentos ricos; pero el hombre que tiene una sangre floja no por eso es cobarde, porque lo que hace la cobardía es el acto de renunciar o de ceder; un temperamento no es un acto; el cobarde está definido a partir del acto que realiza. Lo que la gente siente oscuramente y le causa horror es que el cobarde que nosotros presentamos es culpable de ser cobarde. Lo que la gente quiere es que nazca cobarde o héroe. Uno de los reproches que se hace a menudo a Caminos de la libertad se formula así: pero en fin, de esta gente que es tan floja, ¿cómo hará usted héroes? Esta objeción hace más bien reír, porque supone que uno nace héroe. Y en el fondo es esto lo que la gente quiere pensar: si se nace cobarde se está perfectamente tranquilo, no hay nada que hacer, se será cobarde toda la vida, hágase lo que se haga; si se nace héroe, también se estará perfectamente tranquilo, se será héroe toda la vida, se beberá como héroe, se comerá como héroe. Lo que dice el existencialismo es que el cobarde se hace cobarde, el héroe se hace héroe; hay siempre para el cobarde una posibilidad de no ser más cobarde y para el héroe la de dejar de ser
héroe. Lo que importa es el compromiso total.

Jean Paul Sartre. El existencialismo es un humanismo (Sur, Buenos Aires, 1975)
“¿Qué es ilustración?”
Immanuel Kant (selección) 

La Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no reside en la carencia de entendimiento, sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro. Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento!, he aquí el lema de la Ilustración.
La pereza y la cobardía son las causas de que una gran parte de los hombres permanezca, gustosamente, en minoría de edad a lo largo de la vida, a pesar de que hace ya tiempo la naturaleza los liberó de dirección ajena [...]; y por eso es tan fácil para otros el erigirse en sus tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un director espiritual que reemplaza mi conciencia moral, un médico que me prescribe la dieta, etc., entonces no necesito esforzarme.  Si puedo pagar, no tengo necesidad de pensar; otros asumirán por mí tan fastidiosa tarea. Aquellos tutores que tan bondadosamente han tomado sobre sí la tarea de supervisión se encargan ya de que el paso hacia la mayoría de edad, además de ser difícil, sea considerado peligroso por la gran mayoría de los hombres (y entre ellos todo el bello sexo). Después de haber entontecido a sus animales domésticos, y procurar cuidadosamente que estas pacíficas criaturas no puedan atreverse a dar un paso sin las andaderas en que han sido encerrados, les muestran el peligro que les amenaza si intentan caminar solos. Lo cierto es que este peligro no es tan grande, pues ellos aprenderían a caminar solos después de unas cuantas caídas; sin embargo, un ejemplo de tal naturaleza les asusta y, por lo general, les hace desistir de todo posterior intento.
Por tanto, es difícil para todo individuo lograr salir de esa minoría de edad, casi convertida ya en naturaleza suya. Incluso le ha tomado afición y se siente realmente incapaz de valerse de su propio entendimiento, porque nunca se le ha dejado hacer dicho ensayo. Principios y fórmulas, instrumentos mecánicos de uso racional -o más bien abuso- de sus dotes naturales, son los grilletes de una permanente minoría de edad. Quien se desprendiera de ellos apenas daría un salto inseguro para salvar la más pequeña zanja, porque no está habituado a tales movimientos libres. Por eso, pocos son los que, por esfuerzo del propio espíritu, han conseguido salir de esa minoría de edad, y proseguir, sin embargo, con paso seguro.

Immanuel Kant. “¿Qué es ilustración?”. En J.B. Erhard y otros. ¿Qué es ilustración? (edición y traducción de Agapito Maestre, Tecnos, Madrid, 1988).

lunes, 9 de septiembre de 2013

Selección de Textos Ética a Nicómaco

sección A
El fin del hombre es la felicidad

Volvamos ahora a nuestra primera afirmación; y puesto que todo conocimiento y toda resolución de nuestro espíritu tienen necesariamente en cuenta un bien de cierta especie, expliquemos cuál es el bien que en nuestra opinión es objeto de la política, y por consiguiente el bien supremo que podemos conseguir en todos los actos de nuestra vida. La palabra que la designa es aceptada por todo el mundo, el vulgo, como las personas ilustradas llaman a este bien supremo felicidad, y, según esta opinión común, vivir bien, obrar bien es sinónimo de ser dichoso. Pero en lo que se dividen las opiniones es sobre la naturaleza y la esencia de la felicidad, y en ese punto el vulgo está muy lejos de estar de acuerdo con los sabios. Unos los colocan en las cosas visibles y que resaltan a los ojos, como el placer, la riqueza, los honores; mientras que otros la colocan en otra parte. Añadid a esto que la opinión de un mismo individuo varía muchas veces sobre este punto; enfermo, cree que es la salud; si es pobre, la riqueza; o bien cuando uno tiene conciencia de su ignorancia, se limita a admirar a los que hablan de la felicidad en términos pomposos, y se trazan de ella una imagen superior a la que aquel se había formado. A veces se ha creído, que por encima de todos estos bienes particulares existe otro bien en sí, que es la causa única de que todas estas cosas secundarias sean igualmente bienes.
Libro I. Capítulo 4. Teoría del Bien y la Felicidad.

Sección B
La felicidad humana en la vida intelectual

Nos queda hablar de la felicidad [...] pues la suponemos como fin de las acciones humanas. Ella hay que suponerla en una cierta actividad [...] La vida feliz parece ser la vida conforme a la virtud; pero esta es una vida de serio esfuerzo y no de diversión. Y llamamos mejores a las cosas serias que a las alegres y divertidas, y más seria la actividad, sea del hombre o sea de la parte que es siempre mejor en él, ahora bien, lo que proviene de lo mejor ya es superior y más apto para producir felicidad. (Libro X, 6, 1176-7).
Y si la felicidad es actividad conforme a virtud, es racional que sea conforme a la verdad más excelente [...] Ahora bien, si la actividad del intelecto parece sobresalir por seriedad, siendo contemplativa, y no tender hacia ningún fin exterior a sí misma, y tener placer suyo propio que aumenta su actividad, y bastarse a sí misma, y ser estudiosa, infatigable por todo lo que es dado al hombre (y todo lo que se atribuye al bienaventurado parece encontrarse en esta actividad); entonces la perfecta actividad del hombre será ésta, cuando logre la perfecta duración de la vida [...] Pero semejante vida será superior a la humana, pues el hombre no la vivirá como hombre, sino en tanto algo divino se halla presente en él […]
Ahora no es necesario, como algunos predican, que el hombre por ser tal, conciba solamente cosas humanas, y, como mortal, únicamente cosas mortales, sino que en la medida de lo posible se haga inmortal, y haga todo lo posible para lograr de acuerdo a lo que hay de más excelente en él: pues si como masa es una cosa pequeña, por potencia y dignidad supera en mucho a todos. Y antes bien, puede parecer que cada uno consista en esta parte, si ella es dominadora y más sobresaliente en él [...] En efecto, lo que a cada uno le es propio por naturaleza, es también para cada uno, la mejor y más dulce cosa. Luego para el hombre es tal la vida conforme al intelecto, pues éste es sobre todo, lo que constituye al hombre. Por eso, esta es la vida más feliz.
Libro X. Capítulo 7.

SECCIÓN C
El bien y la virtud

Si es así [...] y cada cosa es conducida a la perfección siguiendo la virtud que le es propia [...] parece que el bien propio del hombre es la actividad espiritual de acuerdo a la virtud; y si las virtudes son más de una , de acuerdo a la óptima y más perfecta [...] A los amantes del bien les placen las cosas que por naturaleza son placenteras. Y tales son las acciones conforme a la virtud [...] Por lo tanto, su vida no necesita del placer como de un adorno, sino que tiene el placer en sí misma. (Libro I, 8, 1098).
Pertenecerá, entonces, el bien buscado al hombre feliz, y él será tal durante toda su vida, porque siempre o sobre todo obrará y pensará de modo conforme a la virtud, y soportará muy bien las vicisitudes de la fortuna, y en todo y por todo como conviene [...] no por insensibilidad, sino por generosidad y grandeza de ánimo. Y si las acciones son las señoras de la vida, como decimos ninguno de los felices puede convertirse en miserable, porque nunca cometerá acciones odiosas y viles.
Libro I. Capítulo 11.
Aristóteles. Ética a Nicómaco (El Ateneo, Buenos Aires, 1957).

Preguntas

1. Investigar sobre el texto “Ética a Nicomaco”

2. Defina según el texto: bien, virtud y felicidad

3. ¿Qué es la vida intelectual para Aristóteles y que tiene que ver con la moral

4. Ejemplifique lo que plantea Aristóteles en una de las selecciones de textos.


lunes, 12 de agosto de 2013

Libertad y Resentimiento

Guía de trabajo en Clases

Objetivo: analizar el papel que juegan los sentimientos en la moral
Indicaciones: leer el texto Libertad y Resentimiento de Strawson, y responder las pregunta que le siguen.

P. F. Strawson. Libertad y Resentimiento (1962).
Consideremos, entonces, ocasiones de resentimiento: situaciones en las que una persona es ofendida o herida por la acción de otra y en las que, en ausencia de consideraciones especiales, puede esperarse de forma natural o normal que la persona ofendida sienta resentimiento. A continuación, consideremos qué géneros de consideraciones especiales cabría esperar bien que modificaran o aplacaran este sentimiento bien que lo eliminaran. No hace falta decir cuán diversas son estas consideraciones. Pero, para lo que persigo, creo que a grandes rasgos se las puede dividir en dos clases. Al primer grupo pertenecen todas aquellas que podrían dar lugar al empleo de expresiones como “No pretendía”, “No se había dado cuenta”, “No sabía”; y asimismo todas aquellas que podrían dar lugar al uso de la frase “No pudo evitarlo”, cuando éste se ve respaldado por frases como “Fue empujado”, “Tenía que hacerlo”, “Era la única forma”, “No le dejaron alternativa”, etc. Obviamente, estas diversas disculpas y los tipos de situaciones en que resultarían apropiadas difieren entre sí de formas chocantes e importantes. Pero para mi presente propósito tienen en común algo todavía mas importante. Ninguna de ellas invita a que suspendamos nuestras actitudes reactivas hacia el agente, ni en el momento de su acción, ni en general. No invitan en absoluto a considerar al agente alguien respecto del cual resultan inapropiadas estas actitudes. Invitan a considerar la ofensa como algo ante lo cual una de estas actitudes en particular resultaría inapropiada. No invitan a que veamos al agente más que como agente plenamente responsable. Invitan a que veamos la ofensa como cosa de la cual él no era plenamente, o ni siquiera en absoluto, responsable. No sugieren que el agente sea en forma alguna un objeto inapropiado de esa clase de demanda de buena voluntad o respeto que se refleja en nuestras actitudes reactivas. En lugar de ello, sugieren que el hecho de la ofensa no era incompatible en este caso con la satisfacción de la demanda; que el hecho de la ofensa era de todo punto consistente con que la actitud e intenciones fuesen precisamente las que habían de ser. Simplemente, el agente ignoraba el daño que estaba causando, o había perdido el equilibrio por haber sido empujado o, contra su voluntad, tenía que causar la ofensa por razones de fuerza mayor. El ofrecimiento por el agente de excusas semejantes y su aceptación por el afectado es algo que en modo alguno se opone a, o que queda fuera del contexto de las relaciones interpersonales ordinarias o de las manifestaciones de las actitudes reactivas habituales. Puesto que las cosas a veces se tuercen y las situaciones se complican, es un elemento esencial e integral de las transacciones que son la vida misma de estas relaciones.
El segundo grupo de consideraciones es muy diferente. Las dividiré en dos subgrupos de los que el primero es bastante menos importante que el segundo. En relación con el primer subgrupo podemos pensar en enunciados como “No era él mismo”, “Últimamente se ha encontrado bajo una gran presión”, “Actuaba bajo sugestión posthipnótica”. En relación con el segundo, podemos pensar en “Sólo es un niño”, “Es un esquizofrénico sin solución”, “Su mente ha sido sistemáticamente pervertida”, “Eso es un comportamiento puramente compulsivo de su parte”. Tales excusas, a diferencia de las del primer grupo general, invitan a suspender nuestras actitudes reactivas habituales hacia el agente, bien en el momento de su acción, bien siempre. Invitan a ver al agente mismo a una luz diferente de aquella a la que normalmente veríamos a quien ha actuado como él lo ha hecho. No me detendré en el primer subgrupo de casos. Aunque quizá susciten, a corto plazo, preguntas análogas a las que origine, a la larga, el segundo subgrupo, podemos dejarlas a un lado limitándonos tan sólo a la sugerente frase: “No era él mismo”-, y haciéndolo con la seriedad que, pese a su comicidad lógica, merece. No sentiremos resentimiento hacia la persona que es por la acción hecha por la persona que no es; o en todo caso sentiremos menos. Usualmente habremos de tratar con esa persona en circunstancias de tensión normal; por ello, cuando se comporta como lo hace en circunstancias de tensión anormal, no sentiremos lo mismo que habríamos sentido si hubiera actuado así en circunstancias de tensión normal.
El segundo y más importante subgrupo de casos permite que las circunstancias sean normales, pero nos presenta a un agente psicológicamente anormal o moralmente inmaduro. El agente era él mismo, pero se halla deformado o trastornado, era un neurótico o simplemente un niño. Cuando vemos a alguien a una luz así, todas nuestras actitudes reactivas tienden a modificarse profundamente. Aquí he de moverme con dicotomías toscas e ignorar las siempre interesantes e iluminadoras variedades de cada caso. Lo que deseo comparar es la actitud (o gama de actitudes) de involucrarse en, o participar de, una relación humana, de una parte, con lo que podría denominarse la actitud (o gama) objetiva de actitudes hacia un ser humano diferente, de otra. Incluso en una misma situación, he de añadir, ninguna de ellas excluye las restantes; pero son, en un sentido profundo, opuestas entre sí.
La adopción de la actitud objetiva hacia otro ser humano consiste en verle, quizás, como un objeto de táctica social, como sujeto de lo que, en un sentido muy amplio, cabría llamar tratamiento; como algo que ciertamente hay que tener en cuenta, quizás tomando medidas preventivas; como alguien a quien haya quizá que evitar. Si bien esta perífrasis no es característica de los casos de actitud objetiva, la actitud objetiva puede hallarse emocionalmente matizada de múltiples formas, pero no de todas: puede incluir repulsión o miedo, piedad o incluso amor, aunque no todas las clases de amor. Sin embargo, no puede incluir la gama de actitudes y sentimientos reactivos que son propias del compromiso y la participación en relaciones humanas interpersonales con otros: no puede incluir el resentimiento, la gratitud, el perdón, la ira o el género de amor que dos adultos sienten a veces el uno por el otro. Si la actitud de usted hacia alguien es totalmente objetiva entonces, aunque pueda pugnar con él, no se tratará de una riña, y aunque le hable e incluso sean partes opuestas en una negociación, no razonará con él. A lo sumo, fingirá que está riñendo o razonando.
Por lo tanto, ver a alguien como un ser deformado o trastornado o compulsivo en su comportamiento, o como peculiarmente desgraciado en las circunstancias en que se formó, es tender en alguna medida a situarle al margen de las actitudes reactivas de participación normal por parte de quien así le ve y, al menos en el mundo civilizado, a promover actitudes objetivas. Pero hay algo curioso que añadir a lo dicho. La actitud objetiva no es sólo algo en lo que naturalmente tendamos a caer en casos así, en donde las actitudes participativas se encuentran parcial o totalmente inhibidas por anormalidades o por falta de madurez. Es algo de lo que se dispone también como recurso en otros casos. Miramos con un ojo objetivo el comportamiento compulsivo del neurótico o la aburrida conducta de un niño pequeño, pensando en él como si fuese un tratamiento o un entrenamiento. Pero a veces podemos ver la conducta del sujeto normal y maduro con algo que difiere muy poco de ese mismo ojo. Tenemos este recurso y a veces lo empleamos: como refugio ante, digamos, las tensiones del compromiso, como ayuda táctica o simplemente por curiosidad intelectual. Siendo humanos, en una situación normal no podemos adoptar tal actitud por mucho tiempo o del todo. Si las tensiones del compromiso, por ejemplo, continúan siendo demasiado grandes, entonces hemos de hacer algo más: suspender la relación, por ejemplo. Pero lo que es interesante por encima de todo es la tensión que existe en nosotros entre la actitud participativa y la actitud objetiva. Se siente tentado uno a decir que entre nuestra humanidad y nuestra inteligencia. Pero decir esto sería desvirtuar ambas nociones.
Lo que he denominado actitudes reactivas de participación son esencialmente reacciones humanas naturales ante la buena o la mala voluntad o ante la indiferencia de los demás, conforme se ponen de manifiesto en sus actitudes y reacciones. La pregunta que hemos de hacernos es: ¿Qué efecto tendría, o habría de tener, sobre estas actitudes reactivas la aceptación de la verdad de una tesis general del determinismo? Más específicamente, ¿conduciría, o tendría que conducir, la aceptación de la verdad de la tesis al debilitamiento o al rechazo de tales actitudes? ¿Significaría, o tendría que significar, el fin de la gratitud, el resentimiento y el perdón, de todos los amores adultos recíprocos, de todos los antagonismos esencialmente personales?

Preguntas:
¿Quien fue J. F. Strawson?
¿Son inmorales las acciones que constituyen una ofensa?
¿Pueden calificarse de inmorales los actos involuntarios que dañan a otros?
¿Exime de responsabilidad al agente el que uno de sus actos sea involuntario?
¿Puede excusarse a un agente de un acto inmoral en mérito a sus características personales?
 ¿Tienen responsabilidad moral los niños o personas afectadas por una enfermedad psíquica?
¿En qué consiste, según Strawson, la “actitud objetiva” hacia otro ser humano?
¿Acepta usted el análisis de Strawson?