Factores protectores
Entre los factores protectores del bienestar psicológico se
pueden destacar: el desarrollo de un proyecto de vida, el desarrollo y
activación de redes sociales y el desarrollo de habilidades sociales. Los
rituales tienen además un rol de importancia para una buena autoestima.
Pensar y visualizar
el proyecto de vida: Es una de las principales tareas de desarrollo que
enfrenta el adolescente. Implica atreverse a imaginar lo que se desea lograr en
la propia vida y analizar las posibilidades y acciones concretas para
conseguirlo. Implica considerar la realidad en que se vive, los recursos
personales y sociales con que se cuenta y las dificultades que se presentan y
pueden presentar, para llevar a cabo el proyecto vital. El temor a no ser capaz
y la idea de que a pesar de los esfuerzos desplegados resulta imposible
lograrlo, son algunos de los factores que hacen que un joven no proyecte su
vida y que se rinda frente a las circunstancias que lo limitan. Muchas veces
los adolescentes tienen la sensación de que la vida es algo que les ocurre, que
depende de decisiones tomadas por otros. Es importante como factor protector,
desarrollar la idea de ser actor y no espectador de la propia vida. Por otra
parte, visualizar las consecuencias que pueden tener los propios
comportamientos, y la capacidad de anticipar los resultados positivos y
negativos que derivan de los estilos de vida adoptados, son factores
importantes para desarrollar o recuperar la sensación de control sobre la
propia vida. Si bien no se puede elegir ni manejar todos los aspectos de la
vida, sí es posible tomar opciones, elegir caminos, adoptar estilos de vida más
o menos saludables. Los estilos de vida, según la Organización Mundial de la
Salud (OMS), se definen como patrones de conducta individuales o grupales
sostenidos durante un plazo relativamente prolongado, los que están
condicionados por valores, creencias, actitudes, hábitos conocimientos y
condiciones socioeconómicas del grupo de referencia, y que directa o indirectamente
condicionan la conducta personal. El estilo de vida tiene por tanto varios
componentes:
• El componente material: comprende los elementos
tecnológicos producidos por el medio para adaptarse de manera adecuada al medio
ambiente (por ejemplo: vivienda, vestuario, hábitos alimenticios).
• El componente social, caracterizado por las redes sociales
y las agrupaciones formales de la sociedad.
• El componente ideológico que incluye los valores y
creencias compartidos por los integrantes del grupo social que generan en el
individuo expectativas y conductas específicas en todos los ámbitos. La familia
y la escuela pueden cumplir un importante rol dando confianza a los jóvenes y
las jóvenes para imaginar su futuro y atreverse a trabajar para lograr lo que
quieren.
Desarrollar y activar
redes sociales: La red social personal está formada por la familia cercana,
los amigos, los vecinos, los compañeros de estudio y/o trabajo, el personal de
las instituciones a las que se acude y los conocidos. El efecto protector de
las redes sociales se relaciona con las funciones de apoyo emocional,
contención de emociones negativas, apoyo instrumental, apoyo en situación de
crisis, información y regulación de los comportamientos de riesgo o inadecuados
que ellas brindan. Las personas aisladas, aquellas que no tienen contacto
habitual con sus familiares, amigos o conocidos, son mucho más vulnerables
frente a situaciones adversas o crisis vitales. Es por tanto importante
desarrollar y activar las redes sociales, para amortiguar el efecto de los
factores de riesgo.
Desarrollar ciertas
habilidades sociales: Se entiende por habilidades sociales, capacidades
específicas que componen la conducta social y que son necesarias para asegurar
que ésta sea exitosa y aceptada socialmente. La Organización Mundial de la
Salud destaca algunas de ellas y las denomina “habilidades para vivir”. Son
habilidades sociales relevantes:
• La habilidad para tomar la perspectiva del otro.
• La habilidad para percibir las normas que prevalecen en el
medio social y para actuar en función de ellas.
• La capacidad de tomar contacto con las propias sensaciones
y emociones.
• La capacidad de autocontrol.
• La capacidad de anticipar las consecuencias de la propia
conducta.
• La habilidad de comunicarse en forma efectiva.
• La capacidad de resolver conflictos positivamente.
• La capacidad de enfrentar y resolver problemas.
La autoestima: Es
la imagen y valoración que cada persona tiene de sí misma. Se refiere a
diferentes aspectos como el aspecto físico, el académico y/o laboral y las
relaciones sociales. Una persona con buena autoestima, con confianza en sí
misma es menos vulnerable a las adversidades de la vida, o a los factores de
riesgo. La creación de ambientes que favorecen la resolución exitosa de
problemas, el señalamiento de los errores valorándolos como oportunidades de
aprendizaje, el apoyo frente a las dificultades, ayudan a la formación de una
autoestima saludable. El señalamiento permanente de los errores y la crítica
negativa habitualmente disminuyen la confianza en sí mismo. Uno de los factores
que más se ha relacionado con la capacidad de recuperación de las personas que
han vivido situaciones adversas es la existencia de por lo menos un adulto
significativo que haya tenido confianza en ellos. El sentir que los padres, los
profesores, los amigos confían es fortalecedor de la autoestima. Esto resalta
la importancia de desarrollar y cuidar contextos familiares, escolares, sociales,
acogedores y apoyadores.
Los rituales: Son
comportamientos simbólicos que desarrollan los distintos grupos sociales para
enfrentar situaciones clave y críticas en la vida de las personas. Se
relacionan con eventos importantes como el nacimiento, el matrimonio, la
muerte, y ayudan a enfrentar estos sucesos, facilitando su elaboración
psicológica y su integración al curso histórico del grupo familiar y social.
Cada cultura tiene sus propios rituales, y también cada grupo social o familia.
El contexto escolar tiene sus propios rituales como son el inicio y el fin de
la escolaridad, las premiaciones, la incorporación de alumnos nuevos y la
despedida de los que tienen que partir. Los rituales, además de ayudar a la
elaboración de momentos y situaciones críticas forman parte de la identidad de
las personas y de los grupos sociales. El respeto de ciertos rituales sociales
y/o familiares actúa como factor protector. Así, por ejemplo, y contrariamente
a lo que a veces se piensa, la preparación y participación en el funeral de un
ser querido ayuda a elaborar el desgarro que puede significar su partida.